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Por eso, llegan días
—oráculo del Señor—
en que haré resonar por Rabat Amón
el alarido que anuncia la guerra.
Se convertirá en montón de ruinas,
sus ciudades serán incendiadas,
e Israel heredará a su heredero.
Gime, Jesbón, pues Ay ha sido devastada;
griten, ciudades del distrito de Rabat;
cíñanse de sayal, hagan duelo
de arriba abajo entre las cercas,
pues Milcón saldrá para el destierro,
y con él sus sacerdotes y dignatarios.
¿De qué te glorías, ciudad rebelde?
¿Acaso de tus fértiles valles?
¿Confías acaso en tus tesoros?
Tú decías: “¿Quién me va a atacar?”.

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